Recuerdo su cara, dulce y tierna. Estaba sentado en aquella silla en aquel pedacito de habitación con la ventana que daba vista a la simpleza que indudaba este lugar; era aquel lugar de la Institución que había visitado unas cuantas veces, siempre por necesidad ajena. La primera fue porque necesitaba que me tomasen la fotografía. “Sonríe,” me dice. Mas yo, lo único que tenía ganas de hacer era caer de pie a cabeza sobre el piso de la fatiga. Vaya odisea, me había dejado agotado, completamente vacío. Otro viaje que había iniciado yo sin alma alguna que me acompañase.
Mas hago el esfuerzo. ”******, tiene usted una linda sonrisa,” me dice. Y yo que me pongo rojo como tomate, mis cachetes tomando aquel color que siempre veía a Michelle lucir ya que ella era de tal tendencia.
¡Puaj! Misión completa. Me entrega la fotografía. Otro rebelde sin causa.
¿Por qué le mentí la última vez que me plasmé en aquella silla? Le presenté un futuro maravilloso … mítico … genial. Quizá no eran mentiras. No, no lo eran … eran potencias … la realidad esperando a sufrir la actualización. Yo mismo creía todo aquello que le decía.
Sé que si tengo la oportunidad de plasmarme una vez más en aquella silla, lloraré. Así como lloro al escribir esto porque me duele recordar la belleza de todo aquello. Y de seguro, si es que tengo la oportunidad, y cómo deseo con todo mi corazón tener esta oportunidad, ella me preguntará, ”******, ¿qué tiene? ¿Por qué llorar?” y yo le diré porqué. Y en mí verá un ser humano … ya que todos fallan en ver el ser humano y ven algo que no existe. Fantasmas, ficción … un yo que no es.
Quiero ser fuerte. Quizá no volver a llorar jamás.
Bueno mi querida *******, yo también espero que su conclusión sea favorable … por mí. Creo que me merezco una segunda oportunidad … cometí un error … y sólo me pregunto, “¿Cómo vuelvo a ti? Cómo vuelvo?”