Parece que siempre debo de atrasarme una media eternidad en volver a escribir aquí; este espacio cibernético, cuna de lo particular y lo universal.
Quiero escribir, mas el deseo está en competencia con otro deseo: el de leer. Me guío por una formula tipo cartesiana: ‘Leo, luego escribo’. No sé si sea lo correcto, ¿a caso se puede establecer concretamente lo ‘correcto’ y lo ‘incorrecto’, alguna vez?
La mitología existe, y el hombre la consume energéticamente; de un sólo trago.
Un hombre, de dónde salió, no sé, se me ha acercado. Él me dice, “Cuidado, que puedes cometer algún error.”
“¿Cuál error? ¿A caso hay algún patrón que seguir?”
Todo el mundo se comporta como si existiese. Tal vez me digo todo esto, para así poder actuar – para justificar mis pasos.
No sé francamente. No importa en este momento. Todo se hace, si es lo correcto o lo incorrecto, en este instante es lo menos importantes.
Existe una teoría: lo moral. Ello es lo correcto, lo propio, lo adecuado, en una sóla palabra: lo real.
He visto una película. No ha sido nada espectacular pero ha sido algo fuera de lo normal. Algo diferente y raro; algo nuevo.
Nada parecía seguír la lógica; todo al azar, mas en ello abundaba la concordia. De una forma u otra, A llevaba a B, B a C, etc. ad infinitum.
Jamás se me hubiese ocurrido colgar pinturas de un árbol. ¿Por qué no? Le considero un genio a aquella persona a quien se le ocurrió. Es una locura, algo no práctico; único.
Quiero ser así: locura.
Pero si leo, ¿A caso podré crecer, madurar y ser único?
Dicen que hay una tradición intelectual: heredamos la mayoría de nuestras ideas, después de todo, la sociedad es una evolución constante; no hay ruptura violenta. Cuando la hay, tenemos una fantástica oportunidad. Que la aprovechemos, ya es otra cosa.
Entonces, todo ‘innovador’ es un reaccionario; reacción a lo que heredamos. Sin Platón no hubiese Nietzsche. Sin Hegel no hubiese Popper.
Seamos honestos, por un instante. Nos hará bien. Nos senterimos elevar; podremos respirar profundamente, ese aire puro y fresco. Sentiremos lo subliminal; seremos divinos por aquel instante de honestidad, durante esta infinitesimal eternidad. Venga, seamos honestos.
No sé, nada de esto parece tener sentido – para una tonteria tras otra – algo similar a la película. Mas hay guión; lo he de descubrir. Hasta entonces.