El sábado fui a Stormont. Quedé boca abierta. Si no fuese por todo lo que le rodea, el edificio perdería el efecto que produce en toda persona que le visita. Dos senderos conducen hacia el masivo edificio; el principal va directamente. En ambos lados de éste, casi eternal su distancia, resta una columna de árboles masivos y verde-intensos.
Y desde su cima, elevado y sublime, el Edificio de Parlamento examina su dominio, engolfado por césped y árboles.
En el lado opuesto, se pueden apreciar las otras colinas, menos significantes. Ellas están decoradas de pequeños edificios y terrenos de verdor abarcados; todo esto colgándose como un hombre de un precipicio.