Esto de las redes sociales ha sido letal para los sitios webs, y no me refiero a aquellos simulacros productos de patrones monótones desprovistos de ingenio y arte; exagero, el creador elige el color de la plantilla, lo cual requiere algunas neuronas. El sitio web es el dinosaurio moderno, una especie en extincción. Si no ha sido abandonado entonces es poco-actualizado.
Algunos se adaptaron, i.e., un paréntesis en su expiración. Como Zeus — maestro de la metamorfosis — se transformaron: en aquella rareza del weblog. Las secciones desaparecieron. Las galerías de fotografías ahora radican en Picasa, Flickr, Facebook, etc.
Así es el progreso, la evolución. ¿De qué otra forma se le puede llamar a la extirpación de éste organismo cibernético?
Después el ser humano pierde la abilidad de comunicarse. ¡Gracias a dios que hay Facebook! Los párrafos ya no son necesarios: nos podemos expresar a través de nuestro ‘estado actual’. Y es más que suficiente, ya no tenemos pensamientos profundos, coherentes, detallados, continuos. No sólo nos facilita la comunicación: ahora podemos tener amistades menos profundas, superficiales. Basta con leer tu ‘estado actual’ para estar informado sobre lo que pasa con-tigo.
Con nuestros pensamientos reducidos a pequeños granos , resultan ser lo insuficiente para llenar el desierto que es un sitio web. Última actualización: hace seis meses. De nuevo, esto se llama evolución y progreso.
Entonces aparece Twitter. ¿Para qué publicar tus insignificantes instantes de cogitación en un sitio web propio cuando los puedes publicar en Twitter sin el espectro del desierto mental que nos aflige?