sábes que no lo valgo

Los recuerdos empiezan a desvanecer con el tiempo y yo, yo me voy a marchar. Me gustaría existir atrapado eternamente en el oasis que es aquel instante donde vamos por la autopista rumbo a aquella ciudad a distancia. Era un verano brillante y árido y mientras yo frenéticamente buscaba un disco, sentía las rizas sobre mi cabello.

En aquella oscuridad extraida de la noche, extrapolada y transladada a un lugar artificial y vacío, el rojo se mezclaba con el verde de tus ojos. Y a la pátina se agregaba el gris de tu camiseta y el blanco de tus zapatos.

Movias los brazos mientras te consumias en sudor. Te dí un empujón cuando te acercaste demasiado, rompiendo aquella ley tácita. Fue llenó de odio — rencor — lo cual te produjo una confusión. En ese instante te dejé de amar.

Es aquí donde me gustaría languidecer, en ese instante de colores, de movimiento infectado por adrenalina. Una sublime afectación de juventud, de existencia eterna y divina.

Ahora el verde se ha consumido todo y el mundo se ha vuelto monocromo.


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