de principio a fin

Éste eres tú y ésta es tu vida. ¿Lo comprendes? es que a ello le comprendes – le circunscribes. Eres el cuerpo, la limitación en flujo y sencilla. No te disuelves tan fácilmente al tocar agua.

Oí un pulso, palpitar pa-pa-pa-pum. Es mi vida, casi unaudible, insignificante, mas intensa- y meramente mía. Pero no lo he sabido al principio; lo he tenido que aprender a golpes y gritos.

Tras el misterio, celoso y energético, he ido buscándole. Yo solo, a mí y a nadie más me he dado la tarea; fracaso o éxito espera sigilosamente en el horizonte.

En el cine tocan una película. No recuerdo su nombre. He pagado, no sé cuanto, una pequeña fortuna claro está, para poder proceder. Ha sido un esfuerzo intenso y agobiante llegar hasta este maldito lugar, otra odisea más es encontrar un asiento. En la oscuridad de la sala, caras horribles, sin sentido y sin carácter de la oscuridad resaltan. Ninguna es especial, ninguna merece un instante, un momento de reflexión. No hay inspiración sólo decepción.

Me siento y respiro profundamente. Una infinidad de comerciales, ¿no te has dado cuenta de la infinitesimal eternidad que pasas mirando comercial tras comercial antes de que inicie la película?, y al final inicia la porqueria. Nada especial, jamás lo es. ¿Cuánto pagamos? ¿Y si hubiese tomado aquella pequeña fortuna y …? claro, siempre hay un ‘y’. Jamás hacemos algo al respeto, para borrar ese ‘y’ infernal.

Y, ¿si fuese?

Qué más da, moriré y todo dilema se borrará así como las olas borran toda pequeña civilización que aparece en las arenas que poco a poco se va tragando. Los niños corren, juegan y gritan; ingenieros fantásticos, gigantes y trobadores. Ellos construyen maravillas ad infinitum sin cesar, sin pensar. Sólo son seres del momento. Poco a poco el espacio, estrecho de Beirut a Vancouver, va perdiéndose, quedándose solo. Entonces cae la noche y se concreta, se concluye la solitud. Y frenéticamente, casi febril, la tierra dorada desaparece bajo las olas hasta el amanecer. Borrón y cuenta nueva.