«Ve con él, él es a quien amás; él es tu salvación.» Me dice. Yo escucho y asiento con la cabeza. En torno a esto, empieza a girar la máquina de mi intelecto; se agita y comienza a producir piensamento tras pensamiento.
¿Qué has sido tú para mí? No recuerdo. O quizá no quiero recordar. Tal vez es el temor de decir «Me he equivocado otra vez.» Jamás he sido bueno para esto de juzgar carácteres.
En general, fuiste una buena persona. Todo los recuerdos que tengo de ti me hacen creer esto. Y por esto es que duele más. Pero el dolor debe de quedar atrás al igual que todo lo demás que pasó entre nosotros dos. Simplemente no se dio; no fue. No ha sido porque yo no quise, porque yo de mi parte siempre puse o quise poner. Una relación está compuesta de dos … una parte se marchitó; me marchité. Fue porque cambiaste de parecer. Yo simplemente no pude creer.
Hay tanta hipocresía, tantas mentiras. Pero todo es lo mismo; no tiene importancia. Lo significado termina donde ha iniciado, en un punto imaginado e inventado. Termina, se retuerce, se transforma en … no sé. Se transforma. Esto no ha sido la terminación, no ha sido el fin; metamorfosis.
Quizá lo que duele más es saber que intelectualmente un discurso de Pitágoras inspira y llena más. Pero esto no es para abordar temas filosóficos, sino temas sobre lo que ha sido; lo que yo creo que ha sido. Sí. Pero tampoco soy un ser intelectual. No soy un extremo ni el otro; soy ambos. Tal vez los antipodios no se unen perfectamente, en sincronía en el punto central, pero hay fusión. Tal vez vacilo hacia el extremo más que hacia ese centro de calma y paz. Mi alma pide libertad a gritos y teme la mediocridad. La paz que brinda el centro es placentera, pero abunda en … mediocridad. Quiero felicidad no estar contento; la diferencia es un charco magno y peligroso.
Aquello que llamamos nacimiento no es más que un cambio más; una transformación de una entidad a otra. Aquello que llamamos muerte, al igual, es otro cambio. La vida está llena de cambios. Nada es eterno. Todo está en flujo.